Mary

Soy una hija de Dios, psicologa supongo, pero guida por las pautas divinas de la creación. Solo quiero registrar el proceso, las curvas, el pulso de lo que va creciendo dentro de mi, y lo que va de-creciendo. Porque al final llegaré a una gran conclusión, pero no tendrá valor si olvido el camino recorrido, las piedras, los puentes, los amigos...el proceso. Todo comenzó...cuando nací de nuevo:

jueves, noviembre 23, 2006

LOS OTROS

Sentía la necesidad imperiosa, de redactar una enseñanza que ha calado hondo dentro de mi. Comenzó cuando todo a mi alrededor me llevaba a reflexionar sobre lo mismo; las circunstancias, conversaciones con amigos, la iglesia a la que asistía, lo que veía, lo que no veía.
Pronto pasó de ser una simple reflexión a una inquietud constante, una necesidad intensa, hasta molesta, de encontrar la respuesta a una pregunta: ¿cuál es la verdadera adoración? O más que eso: ¿qué es adorar a Dios?
Recuerdo que al principio tuve que apartarme, ya no soportaba lo que veía y no podía escucharlo a El entre tantas voces. Ahora sé que el Espíritu dentro de mí, me estaba mostrando algo nuevo, y me revelaba algo que lo entristecía. Me fui de todo, por una semana. Y llegué con un tesoro, grabado con fuego y que nadie podrá borrar.
Busqué en el Antiguo Testamento todo acerca de la adoración, en el principio. La pregunta era ¿porqué y para qué llamaba Dios a su pueblo a adorar? ¿porqué era una ley? ¿qué hacían al adorar?
Y encontré que era parte de la ley adorar a Dios, celebrando las fiestas solemnes “en mi honor”, en las cuales:
“en la presencia del Señor su Dios, ustedes y sus familias comerán y se regocijarán por los logros de su trabajo, porque el Señor su Dios los habrá bendecido”
“Celebrarás en honor al Señor tu Dios la fiesta solemne de las semanas, en la que presentarás ofrendas voluntarias en proporción a las bendiciones que el Señor tu Dios te haya dado. Y te alegrarás en presencia del Señor tu Dios en el lugar donde EL decida habitar, junto con tus hijos e hijas, tus esclavos y tus esclavas, los levitas de tus ciudades, los extranjeros, y los huérfanos y las viudas que vivan en medio de ti.”

Vi que cuando Dios llamaba al pueblo a adorar, lo llamaba en realidad a: compartir, regocijarse, no solos, sino que junto a otros, seres queridos y “no muy queridos”; extranjeros, esclavos, viudas, huérfanos.

Que mandamiento más contradictorio al que siguen muchos:
“Irás a la iglesia cada domingo, y en la presencia del Señor te regocijarás solo y levantarás tus manos y cerrarás tus ojos, y no mirarás al que está a tu lado porque entonces no me estarás adorando a mi, sino que estará tu atención sobre los hombres, cosa que aborrezco. Y te olvidarás de todo lo que esté a tu alrededor porque me estarás adorando a mi y solo a mi. Además, no te importará si hay alguien triste o desamparado a tu alrededor, ni te importará que alguien este pasando alguna necesidad de cualquier índole; déjalos porque su propio pecado los ha llevado a ese estado, no tienen gozo, por tanto tendré que quebrantarlos y humillarlos para que se santifiquen. No te contamines tú con ellos, solo adórame”

Encontré también que adorar era llevar ofrendas y diezmos...pero, ¿para qué? ¿para quién?

“Allí, llevarán ustedes sus holocaustos, sacrificios, diezmos, contribuciones, promesas, ofrendas voluntarias y los primogénitos de sus ganados. Allí, en la presencia del Señor su Dios, ustedes y sus familias comerán y se regocijarán por los logros de su trabajo, porque el Señor su Dios los habrá bendecido”...”disfrutarás de ellos en la presencia del Señor tu Dios...Así también lo harán tu hijo y tu hija, tu esclavo y tu esclava, y los levitas que vivan en tus ciudades...cuídate de no abandonar al levita mientras vivas en tu tierra”

“Y se regocijarán en la presencia del Señor su Dios, junto con sus hijos e hijas, con sus esclavos y esclavas, y con los levitas que vivan en las ciudades de ustedes, pues ellos no tendrán ninguna posesión ni herencia.”

“Cada año, sin falta, apartarás la décima parte de todo lo que produzcan tus campos. En la presencia del Señor tu Dios comerás la décima parte de tu trigo, de tu vino y tu aceite, y de los primogénitos de tus manadas...así aprenderás a temer siempre al Señor tu Dios...allí, en presencia del Señor tu Dios, tú y tu familia comerán y se regocijarán. Pero toma en cuenta a los levitas, recuerda que a diferencia de ti, ellos no tienen patrimonio alguno."
(¿Asi es que las disfrutaban ellos mismos?)

Y esto es extraordinario:
“Cada tres años reunirás los diezmos de todos tus productos de ese año, y los almacenarás en tus ciudades. Así los levitas que no tienen patrimonio alguno, y los extranjeros, los huérfanos y las viudas que viven en tus ciudades podrán comer y quedar satisfechos. Entonces el Señor tu Dios bendecirá todo el trabajo de tus manos.”
"Entre ustedes no deberá haber pobres”

Fue una revelación para mi. Las ofrendas y los diezmos eran un mandato, una obligación, y que obligación más noble, que ejemplo más elocuente del Amor infinito de nuestro Dios, la del deber de dar lo que Dios me da A LOS QUE NO TIENEN, lo que es para El…es para nosotros mismos, para sus hijos, principalmente para los que necesitan..¡¡¡ESO ES ADORAR A DIOS!!!!! Dios no es un dios griego que quiere todo para él, como si El necesitara algo de nosotros. Regocijarse comiendo juntos lo que se ha apartado para Dios, compartiendo con los pobres, huérfanos, en fin con “los que no tienen heredad”, eso es adorarle. Cuánto amor hay en su ley, pues su ley no lo beneficia a El, sino solo beneficia a sus hijos.

Que contrario, ¡¡que contrario a lo que se enseña hoy!!:

“Cada mes apartarás el diezmo de tu sueldo, y lo dejarás en el altar para que la autoridad de tu congregación disponga de él, según lo que él estime conveniente; solo de esa manera serás bendecido, de otro modo no lo serás.
Cuando veas que las autoridades de tu iglesia se enriquecen, mientras que hay miembros de la congregación que pasan necesidad, no te preocupes, porque si el pastor se enriquece es señal de que es muy bendecido por mi, y mi unción está sobre él. La necesidad de los que no tienen, se debe a que no entregan fielmente sus diezmos, están en pecado y por lo tanto mi bendición no está sobre ellos.
En ningún caso podrás entregar tus ofrendas y diezmos a tu prójimo si le falta para comer y quedar satisfecho, no lo harás porque ese dinero ES MIO.
Cuídate de no descubrir a tu pastor si él se enriquece con el dinero de su congregación, mientras algunos no tienen para saciar sus necesidades; recuerda que él es el único que tiene la autoridad y la unción para recibir diezmos y ofrendas. Si no le obedeces a él, serás destituido de la bendición, así aprenderás a temer al pastor tu dios.”

No hace falta recordar que el mismo principio que se encuentra en el Antiguo Testamento, se repite en el Nuevo, en todas las cartas, Pablo y Juan se lo reiteran a las iglesias, y Jesús mismo trajo de vuelta este principio, a un pueblo que había sustituido la adoración a Dios, por la adoración de sí mismos, enorgulleciéndose por su seudo-santidad, que no hacía otra cosa que menospreciar a “los otros”. Nada más lejos de su voluntad, revelada a lo largo de toda su Palabra
“Misericordia quiero y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos”
“Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia...”

Su justicia y su santidad aparecen en Levítico 19, también en Números y Deuteronomio, de donde tomé las citas de arriba. La santidad que Dios le exigía al pueblo, estaba estrechamente ligada al respeto y consideración de los demás, a no creerse superiores a nadie, a cuidar al débil, a no burlarse, a no adorar al hombre, ni aun a los “hombres de Dios”, en esto consistía la santidad. En el Nuevo testamento, los requerimientos o normativas que los autores hicieron a algunas iglesias, siempre fue en función de los otros, para no estorbar la conciencia de algunos, o para no provocar contiendas innecesarias, etc, siempre en cuidado de los demás, porque si la forma de adoración de uno, confundía, perturbaba o aun entristecía a otro, entonces ya no era un acto adoración genuina a Dios, porque adorar a Dios implica mirar al otro. Incluso cuando Pablo habla de los dones espirituales: “A cada uno se le da una manifestación especial de Espíritu para el bien de los demás (1 Cor 12, 7) y los mejores dones son aquellos que edifican, animan y consuelan a los demás.
Hay quienes, haciendo caso omiso a todo el resto de la revelación de Su voluntad en las Escrituras, se aferran a unos pocos versículos, que parecen ser la única esperanza de justificar una voluntad egoísta y egocéntrica, bajo el estandarte de “la voluntad de Dios”:
“si alguno viene a mi y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo”… Está claro que se refiere al amor que uno pone sobre las personas o cosas por sobre el amor a Dios. Y está claro que ningún hombre es digno de recibir gloria y alabanzas, porque no hay nadie que se iguale a Dios, nadie...ni aun los grandes ungidos de Dios, que solo logran que las personas los miren a ellos, en vez de mirar a “los otros”...a Dios.

Dejarlo todo por El... ¿a qué se refiere entonces, realmente?.

“Si pecares, ¿qué habrás logrado tú contra EL?
Si tus rebeliones se multiplicaren ¿qué le haces?
Si fueres justo, ¿qué le darás a EL?
¿O qué recibirá de tu mano?
Al hombre como tú dañará tu impiedad.
Y al hijo de hombre aprovechará tu justicia”
(Job, 35,8)

Esto aprendí, y el Señor me lo ha confirmado como yo no lo esperaba, y por su gracia y misericordia me detuvo justo cuando comenzaba a caer en el mismo egocentrismo...por eso no lo callo.
Dios todopoderoso, perdónanos por quitarte la gloria a ti, y por menospreciar a otros “en tu Nombre”

Ayúdanos a santificar tu Nombre